lunes, 17 de marzo de 2008

Estuve en Tigre. Me enteré de que el barrio, en su origen, se llamó Las conchas. También de que Sarmiento tuvo una casa ahí. ¿Le gustaría pescar, a Domingo? Yo tengo poca paciencia. Alguien, allí, este fin de semana, me invitó a pescar. Le hablé de mi impaciencia. Dijo: “Justamente. Lo podés tomar como una técnica de meditación”. Puede sonar raro, pero agujerearle la boca a un animal con un gancho afilado y tironearlo fuera del ámbito en el que puede respirar sólo para obtener un poco de paz mental, no es una idea que me reconforte.
Me quedé tirado en un muellecito. Miré mucho el cielo, fumando, y después, boca abajo, miré el agua entre los listones de madera, golpeando contra los pilotes del muelle, haciendo chas chas, chas chas afuera contra los pilotes, chas chas adentro, después de un rato, contra las paredes de mi mente, de mis recuerdos, de mi ansiedad, hasta dejarme razonablemente manso y tranquilo.

No hay comentarios: